Carla Graciela Rutila Artés nació el 28 de junio de 1975 en el barrio de Miraflores de Lima (Perú). Sus padres eran Enrique Joaquín Lucas López, uruguayo y militante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros y Graciela Antonia Rutila Artés, argentina y militante estudiantil.

Ambos eran militantes políticos y luego del nacimiento de Carla se instalaron en Bolivia, donde la pareja se integró al Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Graciela participó de una movilización en apoyo a una huelga de trabajadores mineros el 2 de abril de 1976 en la localidad de Oruro; cuando llegó a su casa fue secuestrada por represores bolivianos junto a la pequeña Carla que tenía solo 9 meses de edad.

La niña fue ingresada a un asilo bajo el nombre de Nora Nemtala en donde permaneció bajo la custodia de miembros del Ministerio del Interior boliviano. En varias ocasiones fue llevada al Departamento de Orden Político (DOP) junto a su madre para ser utilizada como forma de presión en la tortura.

Su padre, Enrique pudo enterarse del secuestro y fue asesinado pocos meses después. Según la versión oficial murió en un enfrentamiento armado con efectivos del DOP en la ciudad de Cochabamba, mientras que según testigos fue asesinado luego de su detención ocurrida el 17 de septiembre de 1976. 

Para esa fecha Carla y su madre ya habían sido trasladadas a la Argentina. El 29 de agosto de 1976 fueron entregadas a represores de la gendarmería Argentina en la frontera con Bolivia ubicada al norte de la provincia de Jujuy, en la ciudad fronteriza de Villazón-La Quiaca. Ese mismo día el ministerio del Interior boliviano emitió un radiograma en el cual comunicaba que Graciela Rutila y su hija Carla fueron expulsadas de Bolivia. Ambas fueron trasladadas a Buenos Aires y recluidas en el centro clandestino de detención y tortura Automotores Orletti.

En el año 1983 Abuelas de Plaza de Mayo tuvo evidencia de que el represor Eduardo Ruffo, integrante de la alianza anticomunista argentina y de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y su esposa Amanda Cordero, se habian apropiado de dos niños que inscribieron como hijos naturales del matrimonio. Citados por la justicia se mantuvieron prófugos hasta que en 1985 fueron localizados. A la niña, que entonces ya tenía 9 años, se le realizaron los análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos que confirmaron que se trataba de la hija de Graciela y Enrique.

Dos años después de recuperar su identidad se logró que comenzara a vivir con su abuela materna Matilde “Sacha” Artés. Junto a su abuela se radicaron en España ya que la aprobación en Argentina de leyes de amnistía conocidas como ley “de punto final” y  “ley de obediencia debida” en 1986 y 1987 respectivamente, les hicieron sentir inseguras para proyectar la vida en la región.  En España Carla vivió y tuvo a sus tres hijos, a pesar de la distancia siempre permaneció vinculada a las luchas por verdad, memoria y justicia.

En el año 2010 retornó a Argentina para declarar contra su apropiador por los crímenes cometidos en Automotores Orletti así como los abusos a la que la sometió durante el tiempo que era criada como su hija. En 2011 también declaró en el juicio conocido como plan sistemático de robo de bebés.

En ese año conoció a Nicolás Biedma, hijo de un militante chileno Antonio Biedma, desaparecido en Argentina en el marco del Plan Cóndor en 1976; se enamoraron y en el año 2012 se casaron. Regresó a Europa una vez más a testimoniar en el  juicio por los crímenes de Plan Cóndor llevado adelante en Italia.

Carla enfermó de cáncer y falleció precozmente en Buenos Aires, el 22 de febrero del 2017, a los 41 años de edad. Su valentía y su testimonio fueron aportes fundamentales para ampliar el conocimiento de la operativa represiva y la coordinación entre Argentina  y Bolivia en el marco del Plan Cóndor.