En América del Sur, regímenes autoritarios ideológicamente inspirados por la Doctrina de Seguridad Nacional se extendieron por lo largo y ancho de la región en el contexto geopolítico de la Guerra Fría. Se inició en Paraguay en 1954; Brasil siguió en 1964 y, posteriormente, hubo golpes de Estado en Bolivia en 1971, en Uruguay y Chile en 1973, y finalmente en Argentina en 1976.
Estas dictaduras reprimieron brutal y sistemáticamente todas las formas de oposición, apuntando tanto a integrantes de grupos armados de izquierda, como a líderes políticos, docentes, estudiantes, periodistas, dirigentes sindicales y activistas políticos y sociales. A pesar de algunas diferencias, estas dictaduras perpetraron miles de delitos de lesa humanidad, como son las ejecuciones extrajudiciales, los secuestros ilegales, las desapariciones forzadas, la tortura y tratos inhumanos, el robo de bebés, y la violencia sexual.
Desde comienzos de los años 1970, la represión política que se venía desarrollando dentro de cada país adquirió una dimensión regional adicional y siniestra a través del llamado Plan Cóndor. Hacia fines de noviembre de 1975, representantes de los regímenes de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, reunidos en Santiago de Chile, establecieron el llamado “Sistema Cóndor,” o Plan Cóndor. Según el Acta de Clausura de la Primera Reunión InterAmericana de Inteligencia Nacional, el nombre Cóndor fue aprobado por unanimidad por una moción presentada por la delegación de Uruguay en homenaje al país sede.
La red transnacional de Cóndor permitía a las dictaduras apuntar específicamente a personas exiliadas que habían huido de su país de origen y continuaban denunciando desde el extranjero a los gobiernos dictatoriales en el poder. No obstante, en algunos casos también sufrieron persecución los familiares que buscaban a seres queridos desaparecidos, y/o a personas refugiadas que habían dejado de ser políticamente activas. Hacia 1978, la Operación Cóndor abarcaba ocho de los 13 países (ver mapa) y, en la práctica, había establecido un área de terror e impunidad sin fronteras en Sudamérica, afectando a cientos de víctimas. Un documento desclasificado del FBI de Estados Unidos de septiembre de 1976 afirma que “los miembros de Plan Cóndor que habían demostrado más entusiasmo hasta la fecha eran Argentina, Uruguay y Chile.”
El Cóndor reprodujo la misma gama de violaciones de derechos humanos llevadas a cabo por estos regímenes dentro de sus fronteras, pero con un ingrediente adicional: la naturaleza transnacional de los crímenes. Esto se puede ver en tres aspectos.:
- El intercambio de información entre al menos dos países (a veces incluso más): el país de origen de la/s víctima/s buscada/s, y el lugar donde se encontraban
- La realización de operativos conjuntos por grupos de trabajo internacionales integrados por agentes del país donde se encontraba la víctima y por sus contrapartes del país de origen de la misma (a veces, incluso de otros países interesados)
- Los traslados clandestinos de personas detenidas en un país a su país de origen.
El Plan Cóndor aprovechó y superó formas anteriores −informales y ad hoc− de cooperación bilateral, así como intercambios de información y operaciones conjuntas que existían entre las fuerzas armadas y de inteligencia de la región y se venían profundizando desde finales de los años 1960. El Sistema Cóndor tenía tres elementos principales.
- Una base de datos ubicada en Santiago, donde se centralizaba toda la información de inteligencia sobre la subversión en la región
- Condortel, el canal de comunicaciones secreto y encriptado que permitía intercambiar datos sobre prisioneros y personas requeridas, rastrear el movimiento de militantes a través de las fronteras, transmitir órdenes a los equipos operativos e intercambiar información de inteligencia en toda América del Sur. Condortel seguía un simple orden alfabético para los cinco países originales del Cóndor: Cóndor 1 era Argentina, 2 Bolivia, 3 Chile, 4 Paraguay, 5 Uruguay, mientras que Brasil mantenía la condición de observador
- Condoreje, la oficina de coordinación y comando avanzado que supervisaba las actividades operativas. Probablemente ubicada en un edificio de la SIDE en el barrio de Recoleta, concretamente en Billinghurst 2457, los oficiales destacados allí procesaban la inteligencia entrante, incluyendo información y solicitudes transmitidas mediante Condortel en forma de órdenes de allanamiento y secuestro, y se enviaban equipos operativos para ejecutar las órdenes.
Además, en una iniciativa distinta, pero que seguía reflejando la filosofía de colaboración del Cóndor, la Unidad Teseo, compuesta por agentes argentinos, uruguayos y chilenos, fue establecida para llevar a cabo operaciones especiales contra objetivos en Europa, específicamente a los miembros de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) en Francia, pero también a figuras políticas, como los uruguayos Hugo Cores y Wilson Ferreira, y el congresista estadounidense Edward Koch. Se planeó el asesinato de unas 20 víctimas, pero todas las misiones fueron abortadas después de que la CIA presumiblemente alertara a los servicios de inteligencia franceses.